Siempre me han gustado las cosas discretas y sencillas pero que estén buenas, todo lo contrario de esos famosos "Cupcakes" y "Tartas" imposibles, que recrean todo un mundo de cosas que llaman mucho la atención, pero a veces no son tan ricas como parecen. Esta receta es sumamente sencilla pero su gusto es fino y delicado, crujiente y sabroso...se come con los ojos cerrados o leyendo un buen libro y saboreando un buen café. Yo estoy enganchada a hacerlos y a comerlos, en una tarde de otoño o de verano.
Cuando veía los carquinyolis en las pastelerías no me planteaba cómo se hacían y cuando aprendí a hacerlos me llamó la atención la preparación tan artesana que tienen y la cocción tan original en dos tiempos. La verdad es que son divertidos, como un juego de niños y eso me encanta !!!
El resultado de un poco de diversión y paciencia puede servirnos para merendar o desayunar varios días, para regalar en bolsitas de celofán o para tener un bote lleno en la cocina y que nos sirva de decoración.
Si os apetece jugar un rato tomad nota de los ingredientes:
350 gramos de harina
200 gramos de azúcar
2 huevos y una yema para pintar
200 gramos de almendras crudas con piel
10 gramos de levadura en polvo (2 cucharaditas de café)
3 gramos de canela a granel (1 cucharadita de café)
ralladura de 1 limón
Mi primera indicación es que hagáis siempre cantidades de almendras múltiplos de 100, es decir, 100, 200, 300, 400...etc. porque así no tendremos que partir los huevos. Y otro detalle importante es que la canela no se multiplica por el número que veces que multipliquemos el resto de ingredientes si queremos aumentar las cantidades de la receta. Ya sabéis que es una especia fuerte y si ponemos el doble o el triple el resultado no será bueno, así que dejaremos la cantidad de una cucharadita que ya es suficiente para dar aroma y sabor.
No podía resistirme a recrear los ingredientes como productos de alquimia...como dice F.A. la cocina es magia... |
Mi primera indicación es que hagáis siempre cantidades de almendras múltiplos de 100, es decir, 100, 200, 300, 400...etc. porque así no tendremos que partir los huevos. Y otro detalle importante es que la canela no se multiplica por el número que veces que multipliquemos el resto de ingredientes si queremos aumentar las cantidades de la receta. Ya sabéis que es una especia fuerte y si ponemos el doble o el triple el resultado no será bueno, así que dejaremos la cantidad de una cucharadita que ya es suficiente para dar aroma y sabor.
Las almendras se ponen a macerar en agua fría durante 20 minutos y luego se tienen que tener escurriendo otros 20 minutos para que no nos aporte agua a la masa. Así que tendremos en cuenta esos tiempos para empezar a preparar nuestra masa.
Tenemos que hacer un volcán con la harina, echando toda la harina y abriendo un hueco con el culo de un vaso "con perdón". Luego ponemos encima de la harina la levadura, la canela y la ralladura de limón, que habremos tenido a temperatura ambiente un buen rato para que esté seco y nos deje rallarlo bien. Y ahora viene una parte divertida, poner en el centro del volcán el azúcar y los dos huevos enteros.
Tenemos que empezar a mezclar desde el centro hacia afuera con un tenedor y a ver si conseguimos que no se salga el huevo antes de que se mezcle con casi toda la harina...no es nada fácil, pero una de las cosas especiales que tiene esta receta es que todo se hace a mano.
Cuando tenemos todo unido empezamos a trabajar la masa con una pala pequeña y amasamos hasta que tenga consistencia uniforme. Estiramos con el rodillo y esparcimos encima las almendras con la piel, escurridas pero sin secarlas. Esa humedad hará que se nos enganchen a la masa.
Seguimos amasando hasta que las almendras queden todas dentro, que eso también tiene su gracia porque tienden a escaparse, pero después de unos minutos vuelve a tener forma de bola. Dividimos la masa en tres trozos y siempre con la superficie enharinada hacemos de cada uno de esos trozos un rollo de unos 3 centímetros de gordo y el largo aproximado de la bandeja del horno.
Preparamos una bandeja de horno con papel y mantequilla a la antigua usanza, aunque podemos usar algo más actual si queremos. Mezclamos una yema de huevo con unas gotas de agua y con un pincel pintamos la superficie de los tres rollos. Precalentamos el horno encendiendo el fuego en la parte inferior, sin aire, durante 20 minutos y metemos los futuros carquinyolis en el horno. Al meterlos programamos otros 20 minutos y encendemos el horno arriba y abajo, pero siempre sin aire, y con la bandeja en posición media-baja.
Si tiene su gracia hacer los rollos, también es una receta original porque la cocción se hace en dos veces. Primero horneamos esos 20 minutos con la masa en tres partes y después con una espátula larga tenemos que sacar los rollos uno por uno e ir cortando las pastas. Dejamos el horno encendido y conforme vamos cortando ponemos los carquinyolis esparcidos encima del papel de horno.
La forma de cortarlos tiene que ser "al bies" o sea en diagonal, de un centímetro de grosor y se tienen que cortar en cuanto salen del horno, en caliente. Por supuesto, es imprescindible usar un guante para no quemarnos. Cuando hayamos llenado la bandeja y mientras seguimos cortando metemos la bandeja en el horno 10 minutos. Igual que antes fuego arriba y abajo y sin aire. Si lo hacemos en dos veces porque no suelen caber todos, pues después de sacar unos, ponemos los otros. Así la masa acaba de secarse y cuando se enfríen quedarán crujientes.
Y ya tenemos los carquinyolis... para fotografiarlos... para guardarlos... para regalarlos e incluso para comérselos. Feliz receta !!!
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